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lunes, 3 de agosto de 2009
Llevarme bien con mis padres parece algo imposible (Consejeria)
Un pensamiento muy común que nos perturba cuando no logramos llevarnos bien con nuestros padres es la actitud “qué me importa”. Seguramente lo has pensado (así como yo lo hice durante un tiempo en mi adolescencia). No te importa lo que digan, si se molestan, si te felicitan, si te gritan... simplemente no te importa. Frases como “Trato de hacer las cosas bien, pero parece que no se dan cuenta”, “Siempre tienen algo por que regañarme”, “Nunca quedo bien con ellos”, “Ya traté todo, y no hay solución”, “Entonces, ¿a quién le importa?” son las justificaciones de nuestra actitud. Pensamos (sentimos) que este lío nunca va a terminar. Entonces, la alternativa es volvernos insensibles (dejarnos llevar por la indiferencia y la resignación).
Es una reacción muy normal (pero no justificable) de nuestra carne (egoísta y pecaminosa). Ni Dios (ni cualquier mortal) desea que el hogar se convierta en una zona de combate (guerra y caos). Mucho menos es el ideal que vivamos como personas aisladas, irritadas, divididas, que únicamente duermen y comen (de vez en cuando) juntos. A veces podrás sentirte la víctima de la trama (y no digo que nunca sea así). A veces tendrás la culpa de los roces (y no digo que siempre sea así).
Dios ha diseñado un plan perfecto para la familia, y nosotros somos responsables de ajustarnos (y que todo salga bien) o de rebelarnos (y pasarla mal). Específicamente, él ha designado el papel que los hijos debemos jugar (claro, también ha dicho cuál es el de los padres, pero ese es el trabajo de ellos). Efesios 6:1,2 recalcan nuestra responsabilidad de obedecer y honrar (estimar, respetar) a nuestros padres (y dicho sea de paso, la actitud "qué me importa" no cabe en este molde).
Para que la relación mejore, procura hacer bien tu parte como hijo. Considera evaluarte en las siguientes áreas y, de ser necesario, trabaja en hacer los cambios necesarios. (Un buen maestro me enseñó una vez que “si uno cambia, los demás cambian”).
1. ¿Cómo son tus miradas hacia tus padres cuando te hablan?
2. ¿Cómo es tu tono de voz hacia ellos?
3. ¿Cuáles son tus objetos favoritos (puertas, zapatos, mesas) que te gusta golpear cuando les respondes?
4. ¿Cuándo fue la última vez que tus padres te escucharon decir palabrotas como "gracias", "perdón", "te quiero"?
5. Si pudieras verte como te ven tus papás, ¿qué cambiarías de ti?
6. ¿Cuándo fue la última vez que oraste por tus papás?
7. ¿Te atreverías a tratar a tu Padre Dios como tratas a los padres que él te dio?
Solamente tienes una vida y unos padres para ganar la recompensa que Dios promete a los buenos hijos (Efesios 6:3). No dejes de disfrutar y aprovechar la oportunidad.
Fuente: www.certezajoven.com.ar
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