Señor, de una vez y para siempre quiero dejar de ser contencioso. Nunca debo altercar ni ser problemático con las personas. Si acaso, lo puedo ser alguna vez contigo. Me acuerdo que Moisés discutió con Dios respecto a su tarea de ir a Egipto (Éxodo 3-4). No se trataba de convencer a Dios, sino de persuadir a Moisés. La discusión se permite sólo hasta cuando llega el convencimiento. Ante un Moisés problemático, después de que Dios contestara sus dudas y preguntas, el Señor se enfadó. Dios es quien debe decidir todo argumento y él lo hace aún antes de que abra mi boca. Desde luego que me permite discutir con él, ya que desea dejarme totalmente convencido y no confundido o indeciso.
Pero nunca debo altercar con otras personas. Si comunico fielmente el mensaje divino a otros y ellos están en desacuerdo, no debo altercar, sino más bien dejarlos en manos de Dios. Sólo él tiene el derecho de convencer y no yo. Si busco hacerlo puedo frustrar su obra.
Sí, se me permite buscar el consejo de mis colegas cristianos para averiguar la voluntad de Dios (Hechos 15), pero eso es diferente a altercar o ser problemático. altercar es imponer e insistir «¡tiene que ser así!» En cambio el que busca consejo pregunta «¿qué nos está diciendo Dios?» El verdadero discípulo busca y da consejo, pero nunca alterca ni es problemático.
Señor, dame la gracia para superar mi tendencia natural y carnal de altercar. Quiero ser tu vocero y no tu abogado. Dame gracia para poder manifestarme a Aquel que es mi «Admirable Consejero» (Is. 9:6), ya que sólo él es fuente de todo conocimiento y sabiduría y dulce Convencedor del alma.
El Señor Jehová me ha dado una lengua adiestrada para saber responder palabra al cansado. Isaías 50-4
Fuente: www.certezajoven.com.ar Tomado de Celebrando a diario con el Rey, de W. Glyn Evans, ©DCI,
Desarrollo Cristiano Internacional, 1996, p. 81.
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